Israel
Israel caminaba sin pensar en otra cosa mas que en nada, esa caminata la había pensado para admirar el paisaje y eso hacia, a su paso se alzaban grandes arboles de todo tipo, el aire estaba impregnado por una frescura de olores a hierba, a flores y un olor que no sabia explicar pero que le encantaba, por que le daba la impresión de ser totalmente libre, las flores de todo tipo se veían por doquier petunias, rosas, margaritas,azaleas, de todos colores y olores, una que otro sombra se movía por el espacio, por el gran espacio que constituía es pedazo de bosque que mas parecía un gran jardín, que él recorría cada que podía, sabía que había animalillos viviendo ahí pero nunca había visto mas que una que otra ardilla sigilosa que rondaba por las ramas y claro los acostumbrados pajarillos que revoloteaban por doquier y que mas que vivir ahí parecían solo estar de paso,se dio cuenta de cuanta belleza lo rodeaba y de pronto miró el cielo, ya de por si estaba encantado con todo lo demás, le tomo varios segundos admirar la belleza de aquel cielo de atardecer los tenues rayos de sol dando sus últimos reflejos a las nubes que esponjosas y blancas o grisáceas se contornan con ellos y se ven hermosas y a la vez melancólicas de aquellas luz, admiro el color del cielo anaranjado sutil y así estaba perdido en la admiración de todo eso cuando el tono de su celular lo devolvió a la realidad. -¿Hola?-, la llamada era de Lucia su mejor amiga que le recordaba que tenía que volver o la gente se preocuparía, a él realmente no le importaba aun no tenía sus pensamientos claros y era una decisión difícil de tomar,seguir enmascarado con el mismo cuento, tranquilo, sin ser juzgado y señalado con el dedo, o excluido por su propia familia, tal como se había imaginado el momento en que por fin tuviera que mencionar la verdad y al pensarlo, evadía la confesión con todas sus fuerzas, tanto era así que solo faltaban cuarenta y ocho horas para que se casará con alguien a quien solo veía como una hermana y que debido a el amor y complicidad que ella le tenía le había seguido el juego pues no tenía nada que perder, pues el amor de pareja la había olvidado por un tiempo, y ella no tenía prisa en encontrarlo pues estaba mas que satisfecha con la felicidad y tranquilidad de la amistad sincera y el tiempo con sus amantes que apreciaba, sin molestarse con las galanterías o excentricidades del cortejo.
Seguía caminando, divagando, confundido, no creía en lo que haría más si conocía lo que deseaba, deseaba ser feliz sin expensas a nadie, deseaba amar hasta desbordar caricias; mas sin embargo se hallaba ahí, a la mitad de la nada y con un profundo deseo de todo.
Pasaron las horas e Israel seguía absorto en su vida, en el amor que llegó a encontrar y seguía ahí, pero no era Sara, era ese otro alguien que le abrió paso al universo, que le dio la oportunidad de saber que era amar. Pero Israel seguía enojado, seguía intranquilo, tic, tac, tic, tac, el reloj seguía avanzando, y así como si el tiempo no fuera nada mas que aire llegó la hora; se puso su smokin negro con ese moño que ella había escogido, se lleno de gel y aplaco el extraño cabello ondulado que su padre escoces le había heredado.
Se miró al espejo y ahí solo vio el reflejo de un hombre consumido, no había podido dormir en toda la noche y sabía que en la otra habitación estaría Sara, usando el celestial vestido blanco de su madre.
"¿Estas segura que quieres hacer esto por mi? le preguntó en voz tenue a Sara. Sí, te amo con el alma y eres mi hermano, mi mejor amigo, se que si estuviera en tu posición tu harías lo mismo. Contesto amable y con esa radiante sonrisa, que Israel sabía que le daba fuerza."
Así se había pactado su matrimonio, con una suplica cobarde de su parte, con miedo de temer el rechazo de su familia.
Israel seguía pensando, callendo en un enorme agujero sin fondo, con temor a pronunciar la palabra más majestuosa de todas cuando estas enamorado "acepto".
Llego la hora y Lucía fue a buscar a Israel, lista como buena dama de honor, con unos rizos deslumbrantes y unos labios carmesí... Y ahí fue cuando lo vio.
El se hallaba en su cama, como si solo durmiera y un tremendo charco de sangre se encontraba en sus muñecas. Ella corrió y gritó horrorizada, lloró y no pudo moverse y entonces vio la carta que el tenía en su mano, aferrada como a la misma vida que se le acababa de escurrir por entre sus venas...
"Mamá, papá lo lamento... Soy homosexual, Sara es mi mejor amiga, mi vida es un desastre, amé y por cobarde eche todo a perder, perdónenme que yo ya me he perdonado.
P.D. Emmanuel, eres el amor de mi vida. Te amo. Te dedico mi ultimo aliento"
Lucía cerro la carta, asintió con la cabeza, fue directo al vestíbulo y se la entregó a la única persona que sabía que lo amaba, tal y como era... Emmanuel.
Lizet Villanueva & Reymundo Saldaña
Israel caminaba sin pensar en otra cosa mas que en nada, esa caminata la había pensado para admirar el paisaje y eso hacia, a su paso se alzaban grandes arboles de todo tipo, el aire estaba impregnado por una frescura de olores a hierba, a flores y un olor que no sabia explicar pero que le encantaba, por que le daba la impresión de ser totalmente libre, las flores de todo tipo se veían por doquier petunias, rosas, margaritas,azaleas, de todos colores y olores, una que otro sombra se movía por el espacio, por el gran espacio que constituía es pedazo de bosque que mas parecía un gran jardín, que él recorría cada que podía, sabía que había animalillos viviendo ahí pero nunca había visto mas que una que otra ardilla sigilosa que rondaba por las ramas y claro los acostumbrados pajarillos que revoloteaban por doquier y que mas que vivir ahí parecían solo estar de paso,se dio cuenta de cuanta belleza lo rodeaba y de pronto miró el cielo, ya de por si estaba encantado con todo lo demás, le tomo varios segundos admirar la belleza de aquel cielo de atardecer los tenues rayos de sol dando sus últimos reflejos a las nubes que esponjosas y blancas o grisáceas se contornan con ellos y se ven hermosas y a la vez melancólicas de aquellas luz, admiro el color del cielo anaranjado sutil y así estaba perdido en la admiración de todo eso cuando el tono de su celular lo devolvió a la realidad. -¿Hola?-, la llamada era de Lucia su mejor amiga que le recordaba que tenía que volver o la gente se preocuparía, a él realmente no le importaba aun no tenía sus pensamientos claros y era una decisión difícil de tomar,seguir enmascarado con el mismo cuento, tranquilo, sin ser juzgado y señalado con el dedo, o excluido por su propia familia, tal como se había imaginado el momento en que por fin tuviera que mencionar la verdad y al pensarlo, evadía la confesión con todas sus fuerzas, tanto era así que solo faltaban cuarenta y ocho horas para que se casará con alguien a quien solo veía como una hermana y que debido a el amor y complicidad que ella le tenía le había seguido el juego pues no tenía nada que perder, pues el amor de pareja la había olvidado por un tiempo, y ella no tenía prisa en encontrarlo pues estaba mas que satisfecha con la felicidad y tranquilidad de la amistad sincera y el tiempo con sus amantes que apreciaba, sin molestarse con las galanterías o excentricidades del cortejo.
Seguía caminando, divagando, confundido, no creía en lo que haría más si conocía lo que deseaba, deseaba ser feliz sin expensas a nadie, deseaba amar hasta desbordar caricias; mas sin embargo se hallaba ahí, a la mitad de la nada y con un profundo deseo de todo.
Pasaron las horas e Israel seguía absorto en su vida, en el amor que llegó a encontrar y seguía ahí, pero no era Sara, era ese otro alguien que le abrió paso al universo, que le dio la oportunidad de saber que era amar. Pero Israel seguía enojado, seguía intranquilo, tic, tac, tic, tac, el reloj seguía avanzando, y así como si el tiempo no fuera nada mas que aire llegó la hora; se puso su smokin negro con ese moño que ella había escogido, se lleno de gel y aplaco el extraño cabello ondulado que su padre escoces le había heredado.
Se miró al espejo y ahí solo vio el reflejo de un hombre consumido, no había podido dormir en toda la noche y sabía que en la otra habitación estaría Sara, usando el celestial vestido blanco de su madre.
"¿Estas segura que quieres hacer esto por mi? le preguntó en voz tenue a Sara. Sí, te amo con el alma y eres mi hermano, mi mejor amigo, se que si estuviera en tu posición tu harías lo mismo. Contesto amable y con esa radiante sonrisa, que Israel sabía que le daba fuerza."
Así se había pactado su matrimonio, con una suplica cobarde de su parte, con miedo de temer el rechazo de su familia.
Israel seguía pensando, callendo en un enorme agujero sin fondo, con temor a pronunciar la palabra más majestuosa de todas cuando estas enamorado "acepto".
Llego la hora y Lucía fue a buscar a Israel, lista como buena dama de honor, con unos rizos deslumbrantes y unos labios carmesí... Y ahí fue cuando lo vio.
El se hallaba en su cama, como si solo durmiera y un tremendo charco de sangre se encontraba en sus muñecas. Ella corrió y gritó horrorizada, lloró y no pudo moverse y entonces vio la carta que el tenía en su mano, aferrada como a la misma vida que se le acababa de escurrir por entre sus venas...
"Mamá, papá lo lamento... Soy homosexual, Sara es mi mejor amiga, mi vida es un desastre, amé y por cobarde eche todo a perder, perdónenme que yo ya me he perdonado.
P.D. Emmanuel, eres el amor de mi vida. Te amo. Te dedico mi ultimo aliento"
Lucía cerro la carta, asintió con la cabeza, fue directo al vestíbulo y se la entregó a la única persona que sabía que lo amaba, tal y como era... Emmanuel.
Lizet Villanueva & Reymundo Saldaña